Comentario
La documentación más antigua relativa al foro de la ciudad es una inscripción dedicada a Pompeyo, en el año 71 a. C., y reaprovechada en el 49 a. C., con una nueva dedicatoria a P. Mucius Scaevola, lugarteniente de César. Si bien en ambos epígrafes no aparece una mención explícita al foro, el carácter de los personajes y el hallazgo de la pieza en la zona forense permite documentar la existencia del foro ya en la primera mitad del siglo I a. C. Los restos de este conjunto, identificados a mediados del siglo XIX y excavados por Serra Vilaró (1926-1930), han sido objeto de diversas interpretaciones y recientemente ha sido propuesto y ampliamente aceptado el hecho de que los elementos conservados corresponden a la basílica del foro. La plaza, el capitolio y los otros edificios del conjunto se extenderían al sur de la basílica hasta las proximidades del teatro.
A pesar de la intensa degradación sufrida por los restos desde su exhumación hasta la sistematización actual, se ha podido determinar que nos hallamos ante una basílica de tres naves, con un pórtico perimetral con columnas de orden corintio. En el lado norte de la misma, se abre una sala en disposición axial, identificada como la aedes Augusti, flanqueada por dos series de seis cámaras. La sala axial presenta un pavimento marmóreo y, adosado al muro de fondo, un pedestal, probablemente para una imagen del emperador. Todos estos elementos corresponden a la reforma augustea del foro tarraconense.
En este mismo sector del foro se conserva parcialmente el núcleo en opus caementicium de un edificio, probablemente un templo, y restos de construcciones privadas, obliteradas por la construcción de la basílica. Durante la excavación se recuperaron una serie de elementos arquitectónicos con decoración escultórica que, a pesar del estado de conservación, han permitido identificar diversas imágenes de bárbaros cautivos y trofeos con armas, fechados a finales del siglo I a. C. Se trata, sin duda, de los restos de un arco, probablemente relacionado con la victoria de Augusto sobre los cántabros, que se elevaría en un punto indeterminado del foro. Formaría parte de este mismo conjunto el altar dedicado a Augusto, la existencia del cual conocemos a través de un texto de Quintiliano (Inst. orat., VI, 3, 77) y cuya imagen aparece en una moneda de Tiberio y el templo dedicado a Augusto divinizado, cuya construcción fue autorizada por Tiberio (Tácito, Ann., I, 78) y que aparece representado en acuñaciones tarraconenses de este último emperador.
A los diferentes elementos epigráficos, que permiten documentar la actividad del foro tarraconense hasta finales del siglo III d. C. (destaquemos una dedicatoria a la Victoria Augusta, 14 a. C. ?, y una inscripción de Aurelio Probo, 276-282 d. C.), se suma el hallazgo de una parte importante de los elementos escultóricos del mismo. Un primer grupo de estatuas, fechado en el segundo cuarto del siglo I d. C., procede de la propia basílica y consiste en representaciones de diversos miembros de la dinastía julioclaudia (una cabeza velada de Augusto, un torso probablemente de Livia, dos fragmentos de togados y un tercer togado con bulla acarea, quizás Británico o Nerón), se recuperó también en este sector una cabeza y otro fragmento de una Afrodita de Cnidos.
El segundo grupo, hallado en un pozo cercano, consta de diversos fragmentos de esculturas thoracadas, una cabeza de Apolo, dos retratos de Marco Aurelio y Lucio Vero y diversos fragmentos de una imagen ecuestre en bronce. Completa el conjunto escultórico del foro tarraconense un torso del tipo del Ares Borghese. La presencia de un tesorillo, fechado en el 360 d. C., bajo los restos ya destruidos del foro permite pensar que en dicho momento el conjunto forense había dejado de cumplir su función, probablemente, debido a un replegamiento de la ciudad hacia el sector septentrional que, durante el Alto Imperio, había gozado de una independencia jurídica por ser la sede del Concilium provinciae Hispaniae citerioris.